miércoles, 7 de enero de 2009

Cómo es la propaganda en una democracia

La publicidad y la propaganda están presentes en nuestra sociedad y tienen como vehículos de expresión a los medios de comunicación.

La publicidad puede ser considerada como un bien para el consumidor, ayudándole a conocer los distintos productos del mercado, o puede ser considerada como un modo de perpetuar la insatisfacción y la desigualdad social, creando nuevas necesidades en algunos casos ficticias (psicológicas, sociológicas, ...) que no corresponden a la realidad. La publicidad tiene distintas funciones como son la informativa, la económica, financiación de los medios de comunicación (pudiendo así mediatizarlos), sustitutiva, esterotipadora, desproblematizadora y la función conservadora.

A diferencia de la publicidad, que nos vende productos de consumo, la propaganda nos vende unas ideologías determinadas. Su finalidad básica es la del control de la población y de sus conductas. La propaganda y la democracia no son incompatibles ya que la propaganda es la medida de control de los estados democráticos, equiparable a la fuerza y el miedo utilizados por los estados autoritarios. En la democracia hay dos tipos de ciudadanos: la élite o clase especializada y la población o rebaño desconcertado. La élite es la que emite la propaganda y controla, o por lo menos lo intenta, a la población.

Los poderes económicos son los que poseen a los medios de comunicación, razón por la que dichos medios defienden unos ideales determinados, intentando, y consiguiendo en demasiadas ocasiones, crear consumidores pasivos en lugar de consumidores responsables y activos. Éstos poderes financieros no se rigen por los ideales democráticos sino por las reglas de los mercados internacionales. Lo económico prima sobre lo político, de forma que se ha producido una trasferencia de poder, donde son los poderes financieros los que ejercen más poder en ocasiones que los propios gobiernos.

El sistema democrático se ha debilitado. Lo que hoy importa es la economía, el mercado y no temas de estado como la política social.

La publicidad comercial se convierte de esta forma en la fórmula económica capaz de
garantizar la supervivencia de medios de comunicación de titularidad privada en convivencia con los medios de titularidad pública. Se conforma así un repertorio de opciones para los ciudadanos a la hora de buscar su información, entretenimiento, etcétera.

Las técnicas propagandísticas se han adecuado a la realidad social de nuestros días en un intento de seguir siendo eficaces. En una sociedad que progresivamente alcanza valores de alfabetización muy distintos a los de los inicios del siglo XX, con unos ciudadanos informados, con unos sistemas democráticos reales y no sólo utópicos, la propaganda confluye con la publicidad, las relaciones públicas y el marketing.
La sociedad de consumo fagocita lo político hasta el punto, que para ser precisos, y salvo excepciones puntuales, es mucho más frecuente encontrar en nuestros días, publicidad política que propaganda en sentido estricto. De la misma forma, podemos hablar del marketing político y electoral o de las relaciones públicas políticas e institucionales. Como bien apunta Eulalio Ferrer, la crisis de las ideologías han convertido la propaganda en publicidad política, hoy en día más que ideas o ideologías lo que se vende es un “candidato-producto”.

Parece evidente que, cualquier tipo de institución política es emisora de mensajes
comunicativos a la ciudadanía, pero no debemos pasar por alto que en el contexto actual, de igual manera son receptores de este tipo de mensajes. Se establece así un tipo de comunicación bidireccional en el que la institución política adopta un doble papel de emisor y receptor. Se hace necesaria de esta forma la planificación comunicativa, no sólo en lo referente a la emisión de los mensajes sino a la habilitación de canales comunicativos que faciliten y fomenten la retroalimentación. Solamente así, estableciendo una relación dialéctica y constante, no circunscrita única y exclusivamente a los periodos electorales, podrá una institución pública y política alcanzar su legitimidad y actuar con responsabilidad en una democracia moderna.

Parece evidente que, en los tiempos en los que no encontramos, donde los que las compañías privadas con ánimo de lucro han adoptado una estrategia empresarial y comunicativa en la que la responsabilidad social ocupa un lugar prominente, los partidos políticos e instituciones de carácter público, no pueden escapar a esta lógica, la retoalimentación informativa, los compromisos de buen gobierno y transparencia, que tradicionalmente han sido exigidos desde un plano jurídico fiscalizador, serán exigidos, también ahora, desde un plano comunicativo y mediático.

La propaganda, independientemente de la ideología a la que sirviera, siempre ha tratado de persuadir a los públicos de que bajo esa ideología se darían los presupuestos utópicos de la libertad y el progreso para los pueblos.

http://www.ieev.uma.es/edutec97/edu97_c4/2-4-13.htm - 5k -

http://www.ieev.uma.es/edutec97/edu97_c4/2-4-13.htm

No hay comentarios: